El rostro de Jesús está empapado en sudor, su cuerpo lastimado por los golpes y las caídas, pero su mirada se mantiene fija en el camino y su concentración está en reflejar la compasión del nazareno, mientras cientos de fieles le acompañan en el recorrido de más de dos kilómetros y aguantan caminar durante casi tres horas bajo el inclemente sol lagunero.