Columnas la Laguna

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

"Me dicen las vecinas que te estás acostando con tu novio. ¿Es eso cierto?". Tal pregunta le hizo doña Clorilia a su hija Melisenda. "¡Caramba! -se enojó la muchacha-. ¡No puede una ir a la cama con un hombre sin que digan que es tu novio!". Un hombre acudió a la consulta del doctor Duerf, analista de prestigio, y le dijo que vivía en permanente estado de nerviosidad, irritación y estrés. ¿Podía ayudarlo? "Claro que sí -aseguró el facultativo-. Atacaré directamente la causa de sus problemas". El tipo se interesó: "¿En qué forma piensa usted atacar a mi mujer?". Una de mis mayores pasiones, a más de la pasión misma, es la ópera. Me aficioné a ella desde la adolescencia, cuando oía en un gramófono de cuerda ruidosos discos de Caruso y John McCormack. Extraordinarios tenores los dos, vivieron en la misma época, pero lejos de ser rivales fueron grandes amigos que se admiraban uno al otro. En cierta ocasión se toparon en la calle. Tras de fundirse en un estrecho abrazo Caruso le preguntó a McCormack: "¿Cómo está el mejor tenor del mundo?". "¡Enrico! -respondió el artista irlandés fingiendo sorpresa y consternación-. ¿Qué ya te hiciste barítono?". Extravagante género es la ópera, en el cual la gente canta en el momento de morir, o muere en el momento de cantar. Y sin embargo no está en vías de extinción, antes bien florece más cada año con nuevas obras, nuevos cantantes, nuevos compositores y nuevas versiones del repertorio clásico. En mi ciudad, Saltillo, don José Ángel Cárdenas, discípulo que fue del maestro Pierson, mantuvo viva la llama de la ópera. Era muy expresivo don José Ángel. Para referirse a alguno de sus alumnos que tenía voz pequeña solía decir juntando casi los dedos índice y pulgar: "Fulano la tiene así". Eso divertía bastante a las alumnas. Nunca he perdido la afición a la ópera. Dedico los domingos en la tarde a escuchar alguna, aunque ahora me duermo casi siempre al sonar las primeras notas de la obertura. Por eso me alegró mucho la noticia de que el mexicano Javier Camarena, hoy por hoy el mejor tenor del mundo, rendirá homenaje a Caruso en la Academia de Santa Cecilia, en Roma, al cumplirse este año el centenario de la muerte del inmortal artista. Decir Caruso es decir ópera. Y Javier Camarena es un orgullo para México en medio de tantas cosas que actualmente nos desdoran en el extranjero. Libiamo ne' lieti calici. 

Lord Feebledick regresó a su finca rural después de la cacería de la zorra. Venía de mal humor, pues la finísima yegua que montaba fue montada por un caballo de lo más corriente, como lo prueba el hecho de que ni siquiera le dio tiempo a milord de bajar de su cabalgadura, y el apurado jinete hubo de esperar en incómoda postura a que el ruin animal acabara de desfogar sus rijos. Eso fue motivo de gran irrisión para los numerosos participantes en el evento, y más cuando sir Pricko Highrump le gritó ante el regocijo de la concurrencia: "¡Feebledick! ¡Pídele a San Huberto que el caballo tenga buena puntería!".  Llegó, pues, milord a su casa rural y se dirigió a su aposento a fin de reposar un poco sus fatigas. Algo lo detuvo, sin embargo. Al pasar frente a la habitación de su esposa, lady Loosebloomers, oyó acezos, jadeos y respiraciones agitadas. Intrigado, llamó con leves toques a la puerta. "Entra, entra" -se oyó la voz de la mujer. Entró lord Feebledick. "No te lo decía a ti" -le indicó la señora, exasperada. Y es que estaba en el lecho en compañía de un sujeto que milord jamás había visto ni en la cama de su consorte ni en los alrededores. Le preguntó con enojo a la pecatriz: "¿Quién es este hombre?". "No lo sé -replicó lady Loosebloomers-. No soy tan preguntón como tú". FIN.

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