El mejor regalo de Navidad fueron para mi esposa y para mí nuestros adorados nietos.
Este año nos visitaron todos, con las debidas precauciones que la pandemia impone.
Hacía mucho tiempo que no los veíamos a los trece. Éstos estaban estudiando o trabajando fuera; aquéllos pasaron las fiestas con sus otros abuelos, etcétera. Y luego vino lo del malvado virus. Ahora, grande bendición, no faltó ni uno.
Los tenemos de todas las edades, desde los 26 años hasta los 10 añitos; de todos los colores: rubios, morenos y ni morenos ni rubios, y de todos los caracteres. Como los dedos de la mano, ninguno es igual a otro. Pero eso sí: todos mis nietos son guapísimos y todas mis nietas hermosísimas, y todas y todos son simpáticos, inteligentes, talentosos, agradables, atentos, ingeniosos, educados, emprendedores, brillantes, exitosos.
(Nota de la redacción. Nuestro amable colaborador se extiende en cuatro fojas útiles y vuelta, sin márgenes y a renglón cerrado, en una exhaustiva relación de los méritos y cualidades de sus nietos, relación que por falta de espacio nos hemos visto en la penosa necesidad de suprimir).
¡Hasta mañana!...