Y ahí estaba de nuevo, apareció mágicamente, aquel patrón, aquel presagio.
Entre platicas y lecturas, en la montaña de Ciudad Colón, entre un mexicano y una mongola que se conocían por primera vez, en un país ajeno al nuestro, pero que nos marco la vida a los dos, aparecieron las señales.
La imagen en el cuadro: un pie doblado a punto de quebrarse, como siempre pasaba, como a veces sentimos, como a veces caemos. Anunciando la muerte, de nuevo, de alguien de algo, no pude evitar soprenderme y reflexionar.
Y sabía que era ella, sabía que reaparecería, sabía que me llamaba con la energía, con su fuerza, con su enojo, con su rabia, con su ira y tristeza.
Y así paso, a los 4 días recibí su mensaje, su tiro a matar, su indiferencia, y sus ganas de destruir, como antes, como siempre.
Pero algo había cambiado, era yo, quien era diferente, ya no me podía hacer sentir mal, ni sentirme culpable, su disparo no me hirió, no me mato, solo lo vi pasar, lo contemple, perdió toda su fuerza.
Y recordé, que el día de la señal también apareció una mariposa, tras lecturas, en el bosque, en las charlas, símbolo de evolución, de transformación, de renacimiento.
Bien me lo dijo Sara, todo tiene un porque, todo esta entrelazado y marcado, en la vida hay que aprender la lección, llegó tu momento, es tiempo de soltar, es tiempo de quitar las ataduras, es momento de volar alto, muy alto.
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