(EFE)
En nombre de la modernidad se han cometido barbaries al patrimonio de los pueblos. Y las ciudades, cada vez más, son entregadas al auto y a la circulación. Estas se convierten en junglas de asfalto donde los políticos y urbanistas, voraces, sin conciencia, destruyen todo a su paso construyendo autopistas monstruosas que no se detienen ante nada. Y esto es precisamente lo que está pasando con un sitio patrimonio de la humanidad, la ciudad de los muertos de El Cairo.
Egipto, la tierra milenaria de los faraones, ha visto pasar por sus arenas y el cauce de su gran río el Nilo, un sinfín de culturas y pueblos. Después de la conquista de Alejandro Magno y la construcción de la monumental Alejandría con su mítico faro y su grandiosa biblioteca, maravillas del mundo antiguo, pasaron a ser colonia romana y bizantina, para formar parte luego del extenso imperio musulmán. Y ahí surge El Cairo, asombrosa ciudad, rica en historia y monumentos. La ciudad de los mil minaretes, como la conocen los egipcios, es considerada la mayor ciudad el mundo árabe.
Su origen se remonta a un poblamiento de origen romano; sin embargo, tendríamos que esperar a la conquista musulmana de Egipto para que se fundara Al-Fustat hacia el 643 como la primera capital del Egipto conquistado por los árabes y en cuyo esplendor hacia el siglo XII contaría con una población aproximada de 200 mil habitantes, luego sería arrasada para impedir que fuera tomada por los cruzados. Sus ruinas fueron absorbidas por la vecina Al-Qahira, “la triunfante” posteriormente conocida como El Cairo, fundada hacia el 969 por los musulmanes fatimita, que fue creciendo en esplendor e importancia política, constituyéndose como la capital del Califato Fatimí, en su momento uno de los más poderos e influyentes del mundo musulmán, el único de filiación chíta.
La antigua Al Fustat quedó integrada, como se ha señalado, como parte del Cairo antiguo con sus magníficos edificios como la Mezquita de Ibn Tulun del siglo IX la primera mezquita construida en Egipto y por ende en África. Como parte de la historia de esta fascinante ciudad se encuentra Al-Qarafa “el cementerio” la Ciudad de los Muertos, a unos cinco kilómetros del centro de El Cairo y parte de su centro histórico, remontándose su fundación, precisamente, a la antigua capital Al-Fustat. La espectacular necrópolis, de unos siete kilómetros cuadrados de extensión, cuenta con antiquísimos mausoleos y magnificas mezquitas. En esta fascinante necrópolis islámica se fueron erigiendo, entre tumbas menores, espectaculares mausoleos de gobernantes e imanes islámicos, descendientes inclusive, algunos del profeta Mahoma, entre otras personalidades históricas de las épocas abasí, fatimí y ayubí; es decir un documento arquitectónico riquísimo e invaluable de una etapa determinante de la historia de Egipto.
Pero tal vez lo más fascinante de la ciudad de los muertos es que es una ciudad viva desde la antigüedad, donde sepultureros, artistas funerarios, guardines de tumbas y religiosos velaban por el eterno descanso de los muertos. Hacia fines del siglo XIX arranco una imparable expansión demográfica que desbordo los límites de El Cairo. Familias enteras fueron construyendo improvisadas viviendas entre tumbas y mausoleos desdibujándose la delgada línea que delimitaba la ciudad de los muertos de la ciudad de los vivos. Todo esto la hace más interesante, una ciudad que vibra y se mantiene al devenir de los años. Sin embargo la aparente paz de los muertos está siendo perturbada por el devenir de la modernidad que amenaza con perturbar y destruir un patrimonio tan importante.
Sacrilegio patrimonial
El gobierno egipcio ha venido desarrollando en los últimos años un programa de construcción de autopistas, carreteras y puentes para aliviar el tráfico de una urbe sobrepoblada con poco más de 20 millones de habitantes, sin respetar el trazo urbano de El Cairo que había permanecido intacto durante siglos. A partir del 2022, las retroexcavadoras han comenzado a destruir y mutilar sin piedad tumbas y mausoleos, obligando a las familias que por generaciones se habían constituido como guardianes de estos espacios, a abandonar el lugar dejándolo vulnerable.
Historiadores y eruditos como Mustafa Sadek, se lamentan de estas atrocidades, documentando la barbarie cometida por el gobierno, donde parcelas enteras han sido arrasadas, quedando tumbas, mausoleos y nichos hechos polvo, convirtiéndose en polvo también una importante parte de la historia de Egipto, el principal valor de este país milenario. Porque por cada lápida, por cada inscripción que se pierde, se crea una laguna en la historia de El Cairo, que no se puede recuperar.
Esto ha causado gran indignación entre los pobladores que se han unido a través de las redes para protestar ante la indiferencia de las autoridades por destruir su patrimonio, con la consigna de “salvar los cementerios de Egipto”. Pero esto ha escalado a la opinión internacional. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), que había declarado en los setenta la necrópolis de El Cairo como bien patrimonial de la humanidad, como parte de la declaratoria de El Cairo Histórico, ha mostrado su preocupación por este atentado. En mayo de 2023 pidió a las autoridades egipcias una declaratoria sobre la demolición de las estructuras históricas de la Ciudad de los Muertos de El Cairo, generándose respuesta contradictoria por parte de las autoridades egipcias, donde se declaraba que no se habían hecho afectaciones ni demoliciones de tumbas históricas. Sin embargo, esto no es del todo cierto, ya que el gobierno había decidido destruir las tumbas del siglo XX, que son parte importante también del conjunto histórico, llegándose a documentar afectaciones a tumbas y mausoleos del siglo XIX. Ante esto, la Unesco insistió en que se detengan cualquier acción que ponga en peligro este patrimonio.
A pesar de la paralización de la maquinaria, existe una gran preocupación por el desarrollo subsecuente de este proyecto y se piensa que no hay certeza que la maquinaria no se vuelva a poner en marcha, siendo incierto todavía el futuro de este patrimonio; pues la fiebre destructiva en aras de la modernización, ya afectado otros bienes patrimoniales de El Cairo. Las históricas casas flotantes del Nilo en El Cairo están siendo destruidas o retiradas como chatarra, sin posibilidad que sus dueños puedan negociar con el gobierno. Estas encantadoras casas de madera que datan del siglo XIX están siendo eliminadas en la línea de los planes del gobierno de destruir barrios tradicionales de El Cairo para ser entregados los terrenos, a inversionistas privados para la construcción de nuevos rascacielos en un afán de monetización y modernización de la ciudad. Así se pone de manifiesto las grandes contradicciones del gobierno de un país que vive en gran medida del turismo que lo visita seducido por su milenaria historia.
En el marco de la apertura del monumental Gran Museo Egipcio, que exhibirá la colección arqueológica más grande del mundo, donde se exaltara el pasado faraónico del país, se cierne la amenaza, la creación de autopistas que amenazan la zona de amortiguamiento de las pirámides de Guiza. Y esto nos hace reflexionar en este mal que afecta al mundo, la banalización del turismo, este afán de entregar los sitos históricos al visitante en afán comercial, sin respeto a la cultura y la historia de los cuales son testigo.
Esta falta de respeto a la historia se hace presente en la destrucción precisamente de la necrópolis de El Cairo. Donde no solo se perturba la memoria de los muertos, obligando a las familias a trasladar los cuerpos de sus seres queridos, sino que la destrucción de los monumentos es un terrible atentado hacia el patrimonio y la memoria histórica de un pueblo. La falta de sensibilidad hacia el respeto de la memoria de los difuntos finalmente borra el pasado y, por lo tanto, desdibuja peligrosamente el presente.
