Patricia González-Aldea, autora del libro 'Historia del calzado. Emblema del poder y la seducción'.
El hombre prehistórico quiso proteger sus pies del frío, los cubrió con un trozo de piel y los amarró con un cordel. Sin saberlo, inventó los zapatos. Desde entonces, el calzado, "indumentaria que habla de la personalidad de quien lo calza", se ha convertido en símbolo de libertad y emblema de poder y seducción.
"El propósito del calzado es proteger el pie, pero a lo largo de la historia, ha pasado de tener un significado meramente utilitario a convertirse en bandera de poder, estatus, incluso en obsesión de coleccionistas", explica a EFE Patricia González-Aldea, autora del libro 'Historia del calzado. Emblema del poder y la seducción' (Ed. Catarata).
Así, en este libro la autora recoge desde el monumento de zapatos en Budapest, que conmemora a las víctimas de origen judío que fueron fusiladas junto al Danubio tras haber recibido la orden previa de descalzarse, hasta el simbolismo de los estiletos, -conocidos como 'zapatos asesinos' por las malformaciones que causa en los pies- o la devoción que existe hoy en día por las deportivas.
En la Antigüedad el uso del calzado era un símbolo de estatus, explica González-Aldea, profesora titular de Periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid y del máster de Agencia de la Agencia EFE.
Posteriormente, hasta mediados de la Edad Media, el calzado estaba oculto bajo la vestimenta, que "escondía zapatos imposibles con grandes plataformas que impedían la libertad de movimiento a las mujeres".
Luis XIV introdujo el tacón al zapato masculino con el fin de justificar su baja estatura y lucía modelos rojos con hebillas de diamantes y grandes lazos.
Con el romanticismo llegó el dandismo y su extravagancia -"muchos utilizan sus zapatos como recipiente para beber champán"- y en los años veinte la revolución femenina llegó de la mano de las 'flapper', las mujeres que dejaron atrás el encorsetamiento del XIX, acortaron las faldas y convirtieron su calzado en "pequeñas obras artesanales que permiten bailar y moverse".
Con la Primera Guerra Mundial, la mujer se alista en el frente y hace trabajos de servicio público, un hecho que le lleva a exigir zapatos cómodos, "como los de tacón ancho que usaban la sufragistas para recorrer las calles reclamando su derecho al voto".
Y con las restricciones de la Segunda Guerra Mundial, el cuero necesario para las botas militares se limita, así que "se utiliza rafia, cáñamo y otros tejidos para hacer zapatos, dando lugar a novedosos diseños como los de Salvatore Ferragamo".
Tras su fin, vuelve el esplendor al vestir con tejidos y volúmenes que recuperan la silueta femenina. Los diseñadores se alían con zapateros artesanos. Por ejemplo, Dior con Roger Vivier, un dúo que creo estilismos con los que enloquecían Ava Gardner, Lauren Bacall o Ingrid Bergman.
Marilyn Monroe con estiletos y Yoko Ono en zapatillas
Un caso especial es el de Marilyn Monroe, "la imagen de la sensualidad al caminar con estiletos", dice la escritora, que considera que los zapatos de tacón pueden llegar a encarcelar en lugar de empoderar a las mujeres.
"Unos dicen que inmovilizan, que impiden caminar, que se convierten en una forma de esclavitud para la mujer; algunos argumentan que son un símbolo fetichista y otros consideran que son una obra de arte con la que no se pueden hacer kilómetros".
Desde que en 1969 Yoko Ono se casara con zapatillas blancas, las deportivas han tomando el asfalto con rotundidad, oportunidad que han aprovechado artistas como Taylor Swift, Rihanna o Bad Bunny para lanzar sus diseños propios.
En los años 80, cuando empezó el boom de las deportivas en Estados Unidos, las mujeres iba a la oficina en 'sneakers' y llevaban los tacones en una bolsa. Buscaban comodidad y al mismo tiempo el empoderamiento y la elegancia que otorgaban los tacones, una tesis que no todos compartían. "La editora de Vogue Diana Vreeland decía: 'no hay nada más vulgar que el pisoteo, el sonido de los tacones'", recuerda la autora.
Durante mucho tiempo, en la alfombra roja de los Óscar el foco estaba en el vestido y joyas, "hasta que (en 2002) Stuart Weitzman diseño las sandalias del millón de dólares, decoradas con 464 diamantes que lució Laura Harring", explica.
En el libro, además de ver la evolución del calzado a través de artesanos zapateros, fabricantes industriales o diseñadores de lujo, se descubren los gustos de personalidades como la princesa Soraya, segunda esposa del sha de Irán, que encargó a Roger Vivier cien pares de zapatos, entre ellos, unos rojos con el tacón cuajados de brillantes.
Y de los tacones a las alpargatas, uno de los calzados artesanales más representativos de España. Propio de los campesinos, Salvador Dalí, fan de este calzado, los convirtió en moda al igual que el diseñador Yves Saint Laurent cuando encargó a la empresa española Castañer unas alpargatas con cuña que mostró en pasarela.
Ahora, está de moda el calzado 'barefoot', minimalista, respetuoso con la anatomía del pie y sostenible, como los que últimamente calza la reina Letizia, debido a sus problemas físicos.