Desde luego intervinieron también algunos arquitectos, albañiles, carpinteros, escultores y vidrieros, pero el espíritu de la obra, con su universal renombre, se lo dio el creador de Quasimodo, Esmeralda, Febo y el arcediano Frollo.
Una catedral no está hecha de piedras muertas, sino de almas vivas, y el alma de esa majestuosa fábrica se debe al autor de "Nuestra Señora de París". Imposible separar el gran templo del gran libro. La literatura crea seres y cosas más reales que la realidad.
Celebro que otra vez se escuche el tañer de las campanas de Notre Dame, que de nuevo suenen las mil voces del órgano litúrgico, y que en sus altares se vuelvan a celebrar los oficios divinos, tan humanos. Precioso obsequio de Francia para el mundo fue reconstruir lo que Victor Hugo construyó.