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DENISE DRESSER

ÁTICO

El poder mayoritario sin contención se vuelve abusivo sin límites. Por ello Morena no debe obtener mayoría calificada en el Congreso. Así de claro.

Ya no será posible sentirse engañado. Ya no será legítimo llamarse traicionado. Adiós a la esperanza de corregir los errores, adiós a la de inaugurar un sexenio de izquierda moderna y progresista. Tanto López Obrador como Claudia Sheinbaum ya anunciaron sus 20 propuestas para asegurar la continuidad de la "transformación" y la construcción de un "segundo piso" con rumbo regresivo. Ejecutivos electos en muchas latitudes han usado su popularidad para empujar cambios que, con el paso del tiempo, destruyen contrapesos, inhiben elecciones libres y justas, erosionan derechos políticos, y ponen en riesgo derechos civiles. Han encontrado formas de subvertir la democracia, mientras mantienen una fachada democrática. Han abusado de las vías institucionales y reformistas para sustituir democracias por autoritarismos competitivos. AMLO está siguiendo ese guión y Claudia promete calcarlo.

Es un libreto que distorsiona el significado universal de la democracia, somete o coloniza al Congreso, captura al Poder Judicial, y coloca al Poder Ejecutivo en control de todas las manijas del poder, como en los viejos tiempos. Es un modelo construido en torno a un líder popular, populista y polarizante, dispuesto a cogobernar con los militares y destruir mucho para poder quedarse con todo. López Obrador encarna la aspiración hegemónica y Claudia promete reproducirla fiel y científicamente. Gracias a un vasto aparato de propaganda gubernamental, una narrativa seductora y algunos avances en índices de pobreza por ingreso, hay millones de mexicanos dispuestos a colocarse de nuevo las cadenas que el viejo régimen les puso, y la democratización deficitaria intentó quitarles.

Ante ese escenario tenemos una oposición paupérrima. Candidatos reciclados, herencias detestables, alianzas inconfesables. Alito Moreno, Marko Cortés, Manlio Fabio Beltrones, cada uno más impresentable que el otro. Y Xóchitl Gálvez intentando dibujar una imagen distinta de quienes gobernaron en el pasado, pero aliada con ellos. Está parada, hombro con hombro, al lado de políticos que también avalaron la corrupción, también violaron las reglas, y también gobernaron desafiando la contención institucional, aunque con más pudor. En el caso del PRI, las pulsiones autoritarias se volvieron usos y costumbres del poder, sexenio tras sexenio. En el caso del PAN, su paso por el gobierno fue de un priismo ++light++, más legalista pero más militarizador. Ahora ambos llaman a defender lo que contribuyeron a desfigurar durante los últimos treinta años. Difícil entonces ver como opción a partidos que a -partir de lo que hicieron o dejaron de hacer- pavimentaron el camino para la llegada de un Tlatoani Tropical que quiere demolerlo todo.

La oposición está en los márgenes. No ha logrado reinventarse lo suficiente para ser apetecible, ni frenar la regresión para seguir siendo competitiva. Ahora se enfrenta a una elección de Estado donde será casi imposible ganarle al partido-gobierno revivido, a López Obrador escondido en la boleta, y a López Obrador parado detrás de la silla presidencial donde busca colocar a Claudia. La contienda dejó de ser equitativa desde que el presidente comenzó a usar la mañanera para promocionar a su partido y perseguir a la oposición. Desde que Morena comenzó a desviar recursos públicos para financiar actividades partidistas. Desde que aparecieron bardas y espectaculares de "Es Claudia" por todo el país, y desde el primer evento de pre-pre-pre-campaña de una mujer elegida por un hombre para obedecer sus órdenes.

Como lo argumenta Laura Gamboa en ++Resisting Backsliding: Opposition Strategies against the Erosion of Democracy++, frente a un líder con aspiraciones hegemónicas, solo las "estrategias institucionales con objetivos moderados" funcionan. Tácticas que usan la ruta institucional como las elecciones, el Congreso, o las cortes para frenar o modificar estrategias antidemocráticas. Tácticas que permiten comprar tiempo, mantener presencia en el Poder Legislativo, y equiparse para encabezar estrategias más radicales en el futuro, si la erosión democrática empeora. La lección que todo demócrata debería haber aprendido durante los últimos cinco años es que el poder mayoritario sin contención se vuelve poder abusivo sin límites. Y por ello Morena no debe obtener mayoría calificada en el Congreso. Así de claro, así de sencillo, así de urgente.

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